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Más allá de lo que conoces.
Salir de la cueva.
Hace años hice un curso para aprender a hacer pan y ahí conocí a Ángel.
Un señor de unos 60 años, con una discapacidad visual con la que nació, pero que nunca le impidió hacer lo que quería.
Cuando comenzó la primera clase y le tocó presentarse, dijo su nombre muy claramente y habló de su discapacidad.
Necesitaba un compañero a su lado que le ayudara con las instrucciones pudiese entender o leer.
Ahí estaba yo.
Ángel era pianista, pero ya no se dedicaba a tocar.
Lo supe porque, a veces, caminábamos juntos para irnos a nuestras casas y en el camino, nos la pasábamos bien conversando.
Era un tipo con una comunicación muy educada y amable. Al punto que sobresalía cada vez que hacía alguna intervención.
Solíamos hablar de la vida. Y en una de esas esas caminatas, me dio una lección que primero cambió mi vida, pero que después terminé olvidando.
De eso va este correo. De cuando nos da amnesia de lo que una vez nos hizo sentir despiertos.
Quédate leyendo porque tal vez, te haga recordar algo que tú también olvidaste.
Hace un tiempo te conté que renunciar a mi trabajo en una multinacional, después de 2 años, fue la decisión más fácil en mucho tiempo.
De bolas, en ese momento no se sentía tan fácil. Todo lo contrario.
Me dominaba la incertidumbre.
La duda me hacía pensar que no era la decisión correcta.
Tenía un puesto como asesor especializado en un área específica y delante de mí, la posibilidad de “hacer una carrera profesional fructífera, duradera y exitosa dentro de una empresa multinacional”.

“Fructífera, duradera y exitosa”.
El tema es que, después de un tiempo de estar dentro, descubrí que no era feliz en ese lugar.
Me levantaba todos los días cansado de solo pensar ir a un lugar que no me inspiraba
Me parecía una pérdida de energía gigante.
Mi creatividad estaba guardada en un cajón.
Y mi vida se tornó en automático.
Trabajar, cobrar, pagar las cuentas y volver a comenzar.
No habían motivaciones. De ningún tipo.
Incluso las ganas de “escalar la pirámide corporativa” se borró de mi mapa.
Me di cuenta de que los “beneficios corporativos” que me mantenían seguro eran en realidad una caja pequeña donde no existe la expansión.
Al menos la expansión como yo la veo y la quiero.
Solo seguía dentro por plata.
A un costo muy alto.
Perdía lo más valioso y preciado que tengo: mi tiempo.
Unas 45 horas de la semana invertidas en algo que no me daba el mínimo propósito.
Estaba dopado. Ciego.
Me acorde de Ángel hace un par de días y me di cuenta de que recordar su lección, me sirvió para actuar y salir de una caverna disfrazada de “trabajo con estabilidad en una empresa suiza donde podrás crecer si pasas 50 años haciendo lo mismo”.
Te cuento:
En aquel entonces, al salir de clases, caminaba con Ángel bajo el sol inclemente de Maracaibo, la ciudad del sol amada.
Un día, conversando sobre la realidad que habitamos, me dijo que por eso Platón tenía tanta razón en su alegoría.
— ¿Conoces la alegoría de la caverna de platón?, me preguntó Ángel.
A lo que respondí que no.
Platón habla en su alegoría de un grupo de personas que desde su nacimiento viven amarradas, encadenadas en una caverna, sin posibilidad de movimiento.
Su única opción y distracción era mirar hacia la pared del fondo de la cueva.
Detrás de ellos, hay un muro con una hoguera y una entrada de luz que viene del exterior.
Y detrás del muro, circulan personas que llevan objetos, cuyas sombras se proyectan en la pared del fondo de la cueva que los prisioneros pueden ver.
Para ellos, las sombras eran la única realidad que conocen. No existe otra cosa.
Hasta que uno de ellos es liberado y llevado fuera de la cueva, donde conoce el mundo real. Los colores, la naturaleza y el sol que da vida a todo.
A partir de ahí, su vida cambia. Se destruye todo lo que conocía como realidad.
Entusiasmado, regresa a la cueva para contarles a los demás lo que descubrió, con la intención de que salgan a vivirlo también.
Sin embargo, ellos no le creen. Se burlan de él y deciden continuar amarrados mirando las sombras como la única realidad posible.

“Aveces las personas quieren estar ciegas ante las posibilidades. Prefieren ser esclavas de lo conocido, deciden literalmente ser ciegas”, dijo Ángel.
PUUUUMMMMMMM, CAÍ AL PISO.

Un señor con una discapacidad visual, me estaba enseñando que los seres humanos nos autolimitamos constantemente al no poder ver más allá de la realidad que creamos.
Ángel no podía reconocer un rostro, podía leer algunas cosas con mucha dificultad.
Vivía sólo. No tenía familiares cerca de él. Caminaba a todos lados.
No tenía trabajo, pero estaba tomando un curso de panadería para probablemente conseguirlo, aunque ese no fuera el objetivo.
Amaba el arte de la panadería.
Pesaba todo los ingredientes, amasaba, horneaba. Todo con ayuda, pero lo hacía.
Se dedicó a construir una realidad nueva y aún con su discapacidad visual me dijo:
Yo estoy dispuesto a ver más allá de lo que conozco.
¿Qué más es posible entonces?, me preguntaba internamente.
TODO, es la respuesta.
Yo estaba en una cueva en esa multinacional.
Me había olvidado de la lección que Ángel me dio años atrás.
Era un hombre de la caverna, como los de la alegoría de Platón.
Decidí ser ciego por un rato.
Y lo que parecía ser la decisión más difícil, se convirtió en la decisión más fácil.
Quiero decir, parecía difícil salir de la cueva, pero cuando salí, me di cuenta que el desafío recién empezaba.
La tarea más difícil estaba en la adaptación a mi nueva realidad, donde aparecieron (aparecen y siguen apareciendo) miedos.
Donde la incertidumbre a veces quiere ganar la batalla. Donde las ganas de tener resultados en corto plazo te dan sensaciones de no lograrlo.
Después de renunciar, me ha tocado mirar mucho más hacia adentro. Y ha sido duro.
No digo duro como “queja” o para “ser la víctima”, sino para ser realista sobre lo que implica el camino a ser quien viniste a ser.
La autobservación ha sido clave y la sobriedad de estímulos, fundamental.
Frescura mental para poder establecer equilibrio emocional.
Una decisión como salir de una caverna viene con responsabilidades nuevas, y aquí vienen tres puntos importantes, antes de cerrar. Por si estás por salir o estás en una cueva.
Creer en tu propio poder.
Porque si decides salir de una caverna es porque ya, mínimamente, reconoces las virtudes con las que sabes que puedes aportar algo valioso al entorno. Además, creer es crear.Mantenerte siempre con actitud de aprendiz.
En una nueva realidad es necesario ser una esponja. Aprender de todo lo que se plante frente a ti. Recibir con amor todo lo que te hace crecer en la nueva realidad.Constancia y disciplina.
Las dos primeras son muy importantes, pero si no mantienes constancia en tus acciones y disciplina en tus objetivos, creer en ti y una actitud de aprendiz se van a la basura directamente.
Esta metáfora es aplicable a cualquier etapa de vida, lo que significa que la nueva realidad, podría (o no) convertirse en una nueva caverna.
Y una vez que entiendes que todo es posible…
Una vez que te cuestionas si estás atascado (o no) en una caverna…
Te das cuenta de que cada paso, acción y objetivo debe tener un propósito.
Entonces:
¿Qué vas a hacer hoy para vivir a propósito?
¿Cuál es el propósito de tu siguiente paso?
¿Con que propósito tomarás tu próxima decisión?
A-Dios✋🏻🌿
Manu Ramdass
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PD2: Sabías acaso que tengo algunas canciones en Spotify (y unas 30 escritas listas para producir)? Después de renunciar, el plan es hacerlas realidad.
Te invito a seguirme y a escucharlas, si aún no lo has hecho. También puedes unirte al canal de YouTube y suscribirte para nuevos lanzamientos. Todo es gasolina para el viaje.
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